Ayer os comentaba en twitter que me terminé el juego The Last of Us (Comprar en Amazon) y es uno de los mejores a los que he jugado en mi vida. ¿Por qué? Además de por sus gráficos, su jugabilidad, sus ambientación sonora, por su HISTORIA. Es una auténtica maravilla. Una obra de arte digna de cualquier gran película. Desconozco el motivo por el que aún no se ha hecho una gran película basada en él. Pero hay algo que desde que soy padre me afecta de una forma diferente. Creo que antes no me afectaba tanto. Mis sentimientos en los videojuegos.
Sin hacer spoilers de la historia, hay una niña de 12 años como protagonista, Ellie. Y en todo momento yo la he visto como si fuese mi hija. En cada paso, en cada movimiento, en cada punto de la historia me he sentido “responsable” de la vida de esa niña. He sufrido con sus percances, y me he alegrado enormemente cuando ha salvado el pellejo por los pelos. Parte de la culpa de que mis sentimientos estén a flor de piel durante el videojuego es del propio juego. Como os digo, una maravilla.
Al comenzar el juego, ocurre un percance que no quiero desvelar, y que me hizo hablar con el amigo que me recomendó el juego y le dije: “Oye, no me jodas que yo ya soy padre y estas cosas me angustian mucho. ¿Va a ser todo igual? Porque entonces no juego…” Y no eran palabras vacías, al contrario, era una verdad absoluta. No puedo ver sufrir a los niños, ni en la realidad ni en la ficción. Ni en el cine, ni en los videojuegos.
Cuando algo me atrapa, lo hace con todas sus fuerzas y yo no hago nada para impedirlo. Tanto en una película como en un buen videojuego me dejo llevar por los sentimientos que me muestran: Río, lloro, sufro, me enamoro… lo que el director me tenga preparado. Pero cuando hablamos de niños, esas sensaciones se disparan y se salen del marcador convencional.
Y The Last of Us es uno de estos juegos, que te ponen muy “tonto”. Por suerte, lo pude compensar disparando a mucha gente mala para quitarle algo de estrés a la aventura. Ojalá en el cine nos dejasen matar a unos pocos malos, también…
¿A vosotros también os pasa? ¿O soy un tipo muy raro?